Todo humano en la faz de la tierra escucha diariamente al menos el canto de un ave, o el de miles. Seguro sin ellas la tierra se asemejaría más a Marte que a nuestro hogar y se acabaría la cordura. Aunque, en países europeos se dice que una persona loca está “cucú” en referencia al melodioso canto (cuú-cuú) del Cuclillo Europeo (Cuculus canorus) que puede cantar todo el día y día tras día durante la primavera, socavando la cordura de algún nervioso irremediablemente. Pero, las aves no solo están en la mente de los dementes.
Toda cultura tiene una intrínseca relación con las aves. Desde el dios egipcio Horus, con forma de Halcón qué observa desde lo más alto; pasando por el Fénix japonés, el cuál simboliza la armonía natural al ser una amalgama de varias especies de faisanes; hasta las aves del Jardín de las Delicias de El Bosco, las cuales el autor concebía como una distracción de los sentidos. El valor de las aves es a todo nivel, nutricional (existiendo más pollos que cualquier otra ave en el mundo), cultural, religioso, comercial e incluso político como la poderosa águila de los escudos estadunidenses, tanto de los mexicanos como de los americanos o el escudo ecuatoriano con el magnífico Cóndor Andino, ave que los Incas creían que era inmortal.
Sin embargo, su valor intrínseco en nuestras culturas, no significa siempre su bienestar. Es así que el Cóndor Andino (Vultur gryphus) se encuentra virtualmente extinto en el Ecuador. En buen porcentaje por la degradación de sus hábitats, falta de fuentes de alimento y cacería. Pero, una creencia antigua ecuatoriana de que los Cóndores raptaban infantes causó la muerte de muchos. Al igual que la creencia de que los búhos y lechuzas son aves de malagüero, debido a sus estridentes y escalofriantes gritos y cantos, que también han dado origen a muchas leyendas y cuentos de duendes y demonios nocturnos. De todos modos, esto no es nuevo, nuestra peculiar capacidad para crear relatos ficticios ha moldeado históricamente nuestra sociedad y entorno natural, siendo un factor clave en nuestro desarrollo como humanidad. Creer que una piedra brillante es más valiosa que el agua o el bosque, que la felicidad se encuentra empaquetada en el centro comercial y que la justicia al final nos salvará.
Las aves se dice que nos traen lluvias, buena o mala suerte, poderes en la pesca, amor, bebés y todo lo que se nos pueda ocurrir. Todos estamos inmiscuidos en la necesidad de creer, en el estado, el dinero o lo que dicté nuestra alma, nosotros decidimos en qué creer. Yo y cada vez más personas hemos decidido creer en la poderosa belleza y magia que oculta el bosque y sus aves, ellas muestran la salud y vigorosidad de nuestra tierra, la fuerza y vida de sus cantos, la fuente de curiosidad y felicidad al descubrir sus comportamientos y complejidades. Creemos que su bienestar significa nuestro bienestar y que al eliminarlas estamos muriendo nosotros por dentro.
Creo en ellas.
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